Detalles DS-0154 Puede comprar el disco aquí 11 € Obras para Violoncello y Piano. TrÃos 1 & 2 Manuel Castillo
MANUEL CASTILLO
Obras para violoncello y piano
Trios 1 & 2
Sonata para violoncello y piano (1974)
1. I 6:50
2. II 5:30
3. III 2:58
Trio nº 1 (1983)
4. Moderato, sempre rubato 5:42
5. Scherzando 2:16
6. Lento espressivo 4:17
7. Allegretto deciso 2:09
Trio nº 2 (1987)
8. I 4:24
9. II 7:41
10. III 1:53
11. Alborada (1994) 8:35
12. Ricercare a Pau Casals (1976) 8:06
Oscar Martín, piano
Trino Zurita, violoncello
Miguel Romero, violín
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Acerca del disco
Manuel Castillo Navarro-Aguilera nace en Sevilla en 1930. De temprana vocación musical, tanto como pianista como compositor, estudia en su ciudad natal con Norberto Almandoz (maestro de capilla de la Catedral) y en Madrid con A. Lucas Moreno (piano) y con Conrado del Campo (composición). Con tan sólo 19 años gana el premio “Joaquín Turina” de su ciudad y con 21 debuta como pianista con la Orquesta Bética de Cámara. Amplía estudios en Paris con Lazare Levy y Nadia Boulanger (piano y composición respectivamente) y, tras su regreso a España, obtiene, a sus 26 años, la Cátedra de piano del Conservatorio de Sevilla. Ese mismo año (1956) ingresa en el Seminario y llegará a ordenarse sacerdote en 1963 (secularizándose años después). En 1960 obtendrá el Premio Nacional de Música por su obra pianística Preludio, diferencias y tocata (años más tarde, en 1990, volverá a obtener este premio como reconocimiento a toda su obra). Desde 1964 hasta 1978 será directordel Conservatorio de Sevilla al que dará un impulso decisivo; tras su dimisión de este puesto se dedicará a su Cátedra (de composición desde 1972) y a su labor creativa. Tras una vida jalonada de reconocimientos y premios (que culmina en 1992 al constituirse en Sevilla el Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo) su vida se apaga en 2005. La obra de M. Castillo, catalogada por él mismo, incluye 139 obras, desde Tiempo de danza para piano de 1949, hasta el Concierto Sacro Hispalense para órgano solista, conjunto de metales y timbales (estrenada en 1997 en la Catedral de Sevilla con J. E. Ayarra al órgano, solistas de la R. Orquesta Sinfónica de Sevilla y Juan Luis Pérez a la dirección). Durante esta larga carrera Castillo abordará prácticamente todos los géneros musicales (a excepción del escénico) con especial predilección por aquellos que incluyen a sus instrumentos predilectos: el piano y el órgano. La Sonata para violoncello y piano de 1974 es la primera obra de Castillo en la que el violoncello adquiere protagonismo. Dedicada a su amigo, el gran cellista español Pedro Corostola, fue estrenada por éste y el pianista Luis Rego en el Palau de la Música de Barcelona el 14 de noviembre de 1974 (el 28 de ese mismo mes se interpretaría en Sevilla).Estamos sin duda ante una de las mejores y más conseguidas obras de nuestro autor (comparable a su Sonata para piano de 1972). Aunque el propio Castillo admite haber utilizado la técnica serial en esta obra, podemos decir que su lenguaje más bien se atiene al de la llamada atonalidad libre (pues el concepto serial implica una utilización estricta del material que aquí no se da). Desde el punto de vista formal Castillo se remite (a la manera de Bartók) a las apariencias estructurales de la sonata clásica: este sólido andamiaje le permitirá construir piezas de larga duración, saltándose los límites impuestos por el dodecafonismo y su principio de no repetición. Estructurada en tres movimientos que han de interpretarse sin solución de continuidad, el autor prescinde de las tradicionales indicaciones de tempo, limitándose a prescribir numeraciones metronómicas. El primer movimiento se inicia con una breve introducción en la que el material temático y armónico es expuesto de manera concisa, dando paso al movimiento propiamente dicho. Se trata de un “allegro” de sonata (con indicación de semicorchea 200-208) con su consabida oposición de temas y estructura tripartita (a modo de exposición, desarrollo y recapitulación). De gran complejidad rítmica, la exposición alterna un primer tema “con brio” con un segundo “cantábile” de carácter expresionista; tras un desarrollo relativamente breve, una recapitulación simétrica de los dos temas principales conduce al segundo movimiento. Es un lírico “adagio” (aunque tal indicación no aparezca) donde, al prescindir del compás, se está invitando a los intérpretes a participar activamente en la recreación de la pieza. Se inicia con un tema estrictamente serial y de enorme expresividad a cargo del violoncello solo (auténtico protagonista), al que después el piano acompañará con simples acordes. Tras una sección central donde ambos instrumentos hacen un amago de diálogo, el violoncello vuelve a tomar el protagonismo repitiendo su melodía inicial ligeramente variada. Tras extinguirse ésta en una misteriosa atmósfera (glissando descendente), irrumpe el tercer movimiento: especie de “presto con fuoco” de carácter casi diabólico y de una excepcional dificultad interpretativa. Escrita en forma A-B-A, ni siquiera su sección central, algo más calmada, consigue disipar la angustiosa sensación de “moto perpetuo” que recorre el movimiento. Lejos de atenuarse, su exasperante coda aumenta esa sensación, dando conclusión a una de las obras más originales y conseguidas del maestro.
Juan Luis Pérez
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