Francisco Guerrero



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DS-1043
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Francisco Guerrero
Canciones y Villanescas Espirituales


La Trulla de Vozes


Francisco Guerrero

 

Canciones y villanescas espirituales

 

LA TRULLA DE BOZES

 

01 – Hombres Victoria 2’24

 

02 – De dondes 1’52

 

03 – Niño Dios 2’23

 

04 – Claros y hermanos 3’05

 

05 – La tierra 2’49

 

06 – A un niño 5’00

 

07 - Acaba de matarme 3’04

 

08 – Juicios sobre 3’30

 

09 – Mi ofensas 5’09

 

10 – Virgen sancta 3’59

 

11 – O celestial medicina 2’25

 

12 – Al resplandor 4’43

 

13 – O que mesa 2’48

 

14 – Apuestan 2’52

 

15 – Sabes lo 6’05

 

16 – O virgen 2’09

 

17 – Zagales sin seso vengo 2’03

 

18 – Quando’s miro 4’21

 

19 – Los Reyos 3’08

 

 


Acerca del disco

La Imperial y Real ciudad de Sevilla

 

“Sálveos Dios la gran Sevilla, / mar de todos los placeres,/ refugio de mercaderes,/ joya del Rey de Castilla,/ lábreos fama rica silla/ de marfil./ Pues poetas y otros mil,/ como vuestra fama es tanta/ dejan a Roma la santa / por Sevilla la gentil”.

 

Con estos versos el poeta y dramaturgo Bartolomé Torres Naharrro que conocía bien la Roma de Leon X elogia la Sevilla en la que Francisco Guerrero vio la luz el cuatro de octubre de 1528, hijo del pintor Gonzalo Sánchez Guerrero y de Leonor de Burgos.

 

Sevilla es en ese momento una urbe llena de contrastes y vitalidad, animada por el comercio que crece de forma incesante y que atrae a gentes de los lugares y condiciones más diversas y con ellos sus formas de hacer, pensar y disfrutar. En esta metrópoli del comercio de las Indias Occidentales se acaba de concluir un templo gótico de colosales dimensiones, sede de la institución eclesiástica más poderosa de la ciudad. A ella pertenecen algunas de las figuras más notables del humanismo cristiano imperante en Sevilla: Pedro Núñez Delgado, heredero de la cátedra de humanidades que había ilustrado Antonio de Nebrija; el protonotario Rodrigo de Santaella, verdadero artífice de la fundación de universidad hispalense o el canónigo Diego López de Cortegana, primer traductor al español de la obra de Erasmo. Todos forman parte de esa selecta minoría eclesiástica que como cabildo catedralicio desempeñan la labor de patronos de la actividad musical de Guerrero.

 

En Sevilla encontramos igualmente una de las aglomeraciones más destacadas de grandes títulos y fortunas de la Corona de Castilla que se reparten el entramado urbano de la ciudad desde la época bajomedieval y actúan de mecenas de las artes y las letras. Luís de Peraza en su Historia de Sevilla, redactada en la década de 1530, recoge “treinta y dos casas o magníficos palacios que qualquiera dellos pasaría por Alcázar en otra ciudad”. Entre sus propietarios encontramos al duque de Medina Sidonia, el duque de Arcos, el duque de Béjar o el marques de Tarifa que mantienen efectivos musicales destinados a la representación y entretenimiento de sus protectores.

 

Una Galería de Retratos de Artistas Hispalenses

 

Francisco Guerrero comenzará sus estudios musicales de la mano de su hermano Pedro que según él mismo cuenta: “tal priesa me dio con su buena doctrina y castigo que con mi gran voluntad de aprender y ser mi ingenio acomodado a la dicha arte, en pocos años tuvo de mí alguna satisfacción”. Su formación se completará en el entorno catedralicio como seise, de donde promocionará al puesto de cantor contralto. En su juventud se adiestrará en el manejo de la vihuela de siete órdenes, el arpa, la corneta y “otros varios instrumentos”, según nos informa Francisco Pacheco en su Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones (1599). Estudiará el joven Guerrero con Cristóbal de Morales, quién posiblemente recomendará a su discípulo para ocupar su primer puesto de maestro de capilla en la catedral de Jaén, a la temprana edad de 18 años. Tras el corto período jiennense de tres años, Sevilla será la residencia habitual de Guerrero durante la mayor parte de su vida, en un ambiente musical de notable importancia, donde entablará relación con los vihuelistas Miguel de Fuenllana, al servicio del Marqués de Tarifa; Alonso Mudarra, canónigo de la catedral hispalense; los polifonistas Juan Vázquez, Rodrigo de Ceballos y su propio alumno Alonso Lobo, así como los organistas Gerónimo Peraza, Francisco Peraza y Diego del Castillo. Parece igualmente indiscutible su vinculación con las tertulias y cenáculos interdisciplinares del mundo cultural sevillano de su tiempo, entre las que destacó la de Juan Mal de Lara, uno de cuyos miembros era el canónigo de la catedral de Sevilla Francisco Pacheco, tío del homónimo autor del Libro de Retratos. La vida cultural de la ciudad se articulaba en torno a estas tertulias y academias, auspiciadas por hombres doctos o por aristócratas. A ellas concurrían por igual humanistas y clérigos, literatos y pintores, la élite intelectual y artística de esta ciudad a la que pensamos no serían ajenos los músicos retratados por Pacheco: Francisco Guerrero, Francisco Peraza, y los vihuelistas Pedro de Madrid y Manuel Rodríguez. Precisamente a estos círculos literarios pertenecen Gutierre de Cetina y Baltasar de Alcázar que proporcionarán textos poéticos para las obras en lengua romance de Francisco Guerrero. Los contactos de Guerrero con estos poetas quedan claramente definidos en los retratos que Pacheco hace de ellos. Refiriéndose a Baltasar de Alcázar, escribe: “fue mui diestro en la música, compuso algunos madrigales, a quién hazía el tono y la compostura dél, que el insigne maestro Guerrero praticava con gran satisfación y los estimava en mucho. Tuvo con él estrecha amistad por la música y la poesía...Hizo muchas canciones i otras obras, como él me certificó, que comunicava a su grande amigo Gutierre de Cetina”.

 

Juan Ruiz Jiménez